martes, 16 de julio de 2013

El émbolo del doctor Nartirus.

El doctor Strokos Nartirus inventó una máquina del tiempo el año 1971. En Chile. Estaba en un instituto secreto de investigación en Valdivia, en la Universidad Austral. Lo logró con burbujas energía cinética que lograban curvar por instantes el universo. Esto por medio de un émbolo en el que trabajó toda su vida. A estas burbujas las llamó aneurismas universales. Sus burbujas de energía cinética capaces de curvar el espacio generaban una trayectoria que él llamó la vorágine del curso temporal.

Comprobó los logros de su investigación y su máquina lanzando pequeños objeto al futuro. Experimentos sencillos de los que no pudo hacer más de seis pruebas. Por ejemplo lanzaba una manzana A en una burbuja de una hora y quedaba en un punto X. Exactamente a la hora aparecía una manzana B repitiendo la trayectoria de A y se duplicaba la acción cayendo exactamente donde estaba la manzana A, es decir el punto X. Por lo tanto el mismo fenómeno ocurría en dos instantes distintos en el mismo Universo, pero en el mismo espacio. La máquina del doctor Nartirus sólo podía lanzar objetos al futuro.

El problema que representaba el hecho de viajar al pasado era que los procesos físicos que determinan que un objeto exista no han ocurrido, por lo que en lugar de replicarse el objeto podría anularse. Probablemente por eso cuando lanzó un objeto al pasado, invirtiendo el émbolo de burbujas universales, se echó a perder la máquina. Tardó un año y medio en repararla. Cuando por fin lo logró estaba stressado y tomaba pastillas mezcladas con alcohol para bajar sus niveles de ansiedad.


Quizá eso lo hizo tomar una idea extraña. Decidió viajar al pasado y contarse a sí mismo cómo solucionó el problema del émbolo para que no ocurriera de nuevo y así eliminar ese año de stress y ansiedad que lo tenían casi en la ruina. Calibró el émbolo para poder armar una burbuja universal de su tamaño, encendió los motores diesel de la máquina, se bajó el voltaje en la Universidad Austral y en todo Valdivia. Se tiró a la burbuja viajó al pasado y se anuló a sí mismo. Por eso nunca nadie supo de su máquina, y todos se preguntaron siempre en qué circunstancias desapareció el doctor Nartirus.

Un oasis de caca

Fui a tomar fotos por el lecho seco del río y me encontré una charca donde habían totoras, pasto, una planta que no tengo idea como se llama y muchos zancudos. Emocionado hice varias fotos en el lugar, y se escuchaba caer agua...intrigado busqué de donde brotaba esa misteriosa agua y encontré una alcantarilla del drenaje del sector de la alameda. 

La vida florece en el lecho seco de un río muerto.

foto del alcantarillado

Otra hermosa vista de mi hallazgo.

Un puente que conecta un sector de casas atrás de la Alameda. Antes pasaba harta agua por aquí.


lunes, 17 de junio de 2013

Lecho de muerto


El otro día decidí caminar por el lecho seco del río Copiapó. Un territorio que a cada paso hacía que en mi cerebro retumbara la idea de un mundo post apocalíptico que se come a sí mismo, para reinventarse y mutar.

El que alguna vez fue un valle pantanoso, verde, lleno de agua subterránea y causes de riachuelos que por debajo de la tierra movían tanto líquido que en la noche se escuchaba su sonido en la superficie.

Caminando por el río busco ver de reojo, a simple vista, qué reliquias quedan de la agricultura copiapina, del río, del pasado. En el palomar le quitan terreno a la ribera en la medida que la urbe come terreno a la cuenca del valle.

Cuando chico (onda 1997) mi viejo tenía un jeep, en ese tiempo salíamos a recorrer los bordes del Río Copiapó. Los caminos entre las chacras y parcelas cultivadas que en ese momento subsistían en la ciudad. Era entretenido, ir conversando y yendo rápido. Chapotear charcas del río.

¿De qué sirve, eso? No sé. Creo que de nada en términos de usufructar de algo. Solo sirven para que un veinteañero con actitud de resentido y retrógrado escriba un texto una revista, y al mismo tiempo sonría cuando piensa en esos momentos.

Creo que  en el inconsciente, pensar en el río es pensar en vegetación en ripio. El subconsciente piensa en el peligro de lo colectivo, de lo público, de terreno que es de nadie porque es de todos. Y el consciente piensa en humor negro, para tirar una pomada encima de la herida seca que es la muerte del cauce superficial del río.